La vivienda se desarrolla en ladera aprovechando al máximo las vistas, la edificabilidad de la parcela y su ocupación debido al planeamiento específico de la zona y al tamaño de la misma. Se trataba de dar respuesta formal a un encargo que un padre quería para su hijo.

El proyecto se entiende desde su localización y la situación de la vivienda del progenitor que está justo en frente. Junto con esa premisa y la admirable ubicación en lo alto de la manzana desde donde se encuentra, el proyecto se resuelve volumétricamente mediante dos módulos bien diferenciados pero relacionados de tal manera que no se entiende uno sin el otro, mimetizando ese abrazo de protección que un padre ofrece a su hijo.

El módulo pétreo, que se asemeja y se camufla con los riscos posteriores de la ladera cerrándose a la orientación Norte, alberga los servicios básicos de la vivienda junto con los elementos de comunicación, dejando la libertad programática y espacios más flexibles al módulo más “deforme” que se abre al Sur. En el punto de encuentro entre los dos se produce la entrada de luz para los espacios de servicio y comunicación quedando esa unión sellada por un halo de misticismo.